El olor a guantes sucios me lleva 7 años atrás en el tiempo cuando aun mi sueño era ser un futbolista profesional. Entrenaba como portero en las divisiones menores de uno de los equipos de mi ciudad, Guayaquil. Un entrenamiento diario en el lodoso campo de entrenamiento no daba tiempo para lavar los guantes de un día para otro por lo que entre la humedad y el lodo tenían un olor bastante particular.
Ese hecho se repetía semana tras semana durante varios años, hasta que fui ascendido al equipo de primera división, lo que significaba un campo en perfectas condiciones guantes nuevos cada semana.
Si pudiera retroceder en el tiempo preferiría volver a jugar como juvenil que como profesional.
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