jueves, 10 de febrero de 2011

Tiempos mejores. Tiempos de bocadillos.

Ya que mi compañero nos habla de la comida que echa de menos de Ecuador, voy a contaros algo que recordé ayer relacionado con comida. Ayer pasé horas y horas en la universidad. Sucede siempre a los alumnos aventajados como yo que ya están estudiando para los exámenes de Mayo. El caso es que cuando llegué a casa a las seis de la tarde quería, ¿qué digo "quería"? ¡Precisaba! de un bocadillo. Busqué cualquier cosa que pudiera poner entre pan y pan. No había jamón, ni queso. No había chorizo. No había paté. Busqué en mi armario. ¿Guantes? No, demasiado blandos. ¿Un cinturón? No, demasiado duro. Cuando por fín decidí conformarme con queso en polvo descubrí que ni siquiera tenía pan. Y entonces recordé aquellos tiempos en los que volvía corriendo del colegio y el bocata estaba allá, esperándome en la mesa de la cocina.




Nunca me planteé quién lo había puesto allí. Si había sido un simple humano o si el bocadillo se aparecía allí a la misma hora, después de clase. Pero ayer, lo invoqué. Llamé a casa de mi madre para ver si había aparecido un bocadillo en la mesa de la cocina. Pero mi madre me dijo que me hiciera yo uno. Es muy fácil decirlo, mamá...

Pablo Ibarburu Blanco

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